El domingo, como todos los domingos, hice los ravioles para nosotros tres, mi hija Clara, y mi nieto Miguel, que como ya mencioné antes milita en La Cámpora, (algunas personas me dicen que explique quién es quién en mis notas porque no me vienen leyendo de antes).
Fin de semana por medio, Miguelito se va a pasarla con el padre, pero este domingo le tocó estar con nosotros. Como jugaba River y el es hincha fanático estaba con un humor de perros. Cuando terminamos de comer se me ocurrió hacerle un chiste.
-Miguelito ¿sabés de qué son los ravioles que estás comiendo?
-No abuela, ¿de qué? –contestó desganado.
-De gallina… ¡pro-ce-sa-da…!
-¿Por qué no te vas a la mier…?
-¡Epaaa! ¡Cuidadito que soy tu abuela, mocoso, insolente?
Justo allí sonó el timbre. Era Marucha, la hice pasar, saludó a los tres. La invité a sentarse pero dijo que me venía a buscar para que la acompañe a una reunión del sindicato.
-¿Qué sindicato? –preguntó Clara consternada mientras le miraba el tapado de piel arriba abajo.
-¿El de la Afip, de donde soy jubilada?
-¡¿Tienen sindicato?!
-Ay querida, ¿en qué mundo vivis?
-Y… se ve que en el del revés, como decía Maria Elena.
Mientras seguían conversando fui a prepararme para salir, pedimos un taxi, y fuimos a la filial del sindicato.
-¿De qué se trata la reunión? –le pregunté a Marucha mientras el taxista nos cobraba la barbaridad que cobran ahora.
-Nos van a preparar para el lanzamiento de Juani, parece que quieren superar el acto de Carlitos en el que estaban el sindicato de la UOM y el de la Carne, con pancartas, bombos y cánticos.
Cuando entramos ya habían empezado, en un salón había unas treinta personas mirando de frente a un muchacho que parecía ser el entrenador. El muchacho tenía ropa de gimnasia y le colgaba un silbato del cuello, elevaba su mano derecha y ponía los dedos en “V” mientras que los aprendices, mujeres con ropa que jamás tuve en mi vida y hombres con inmensos llaveros de coches colgando del pantalón, repetían obedientemente, luego el entrenador levantaba la izquierda colocando los dedos en “V” y hacían lo mismo, luego las dos manos con los dedos en “V” y hacían lo mismo.
Luego pasaron a otra sala para tomar clases de música, mientras un grupo cantaba la marcha peronista otro tocaba bombos y redoblante, una compañera empezó a golpear un olla con una cuchara pero el entrenador la reprendió, le dijo que no era de estos tiempos y la mujer dijo que le había quedado como costumbre de la última manifestación a la que había asistido.
La última clase fue teórico práctica, el entrenador tomó un lienzo y sobre él pintó con un aerosol negro y luego pidió colaboración, un compañero sugirió hacer carteles en una imprenta pero el profesor se enojó y pidió un poco de actitud.
-¡quedan más estéticos, más lindos! –dijo una joven compañera.
-¡Ay sí! ¡y no hay que enchastrarse los dedos! –dijo Marucha.
El profesor casi la mata con la mirada, se ve que tenía pocas pulgas, por suerte hubo masas finas y te para todos porque me estaba agarrando un hambre.